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La Fortaleza de la Familia: Descubriendo el Tesoro de la Palabra de Dios

Cuando nos embarcamos en la emocionante travesía de construir relaciones familiares sólidas y duraderas, solemos buscar sabiduría en una variedad de fuentes. Sin embargo, en ocasiones, pasamos por alto un tesoro invaluable que tenemos a nuestro alcance: la Palabra de Dios.

En 2 Timoteo 3:16-17, encontramos una joya de orientación atemporal que nos muestra cómo edificar una familia sobre cimientos divinos: “Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, corregir, instruir en justicia, a fin de que el nombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Estas palabras encapsulan la esencia de lo que la Palabra de Dios puede aportar a nuestras vidas y, en particular, a nuestras familias.

El sabio Salomón, del Antiguo Testamento, nos dejó un legado de sabiduría que perdura en el tiempo: “Instruye al niño en su camino para que cuando este niño llegue a viejo jamás se aparte de él”. Esta instrucción resalta la importancia de guiar a nuestros hijos desde temprana edad por el camino de la rectitud.

Pero lo que hace aún más extraordinaria a la Palabra de Dios es que se nos presenta como “inspirada por Dios”. Esto significa que cada palabra que hallamos en la Biblia ha sido soplada por el Espíritu Santo, convirtiéndola en una guía infalible y divina para nuestras vidas. La Escritura no solo nos orienta, sino que también nos corrige y nos encamina hacia el sendero de la justicia, es decir, hacia el camino correcto.

Ahora bien, ¿por qué es tan fundamental esta guía divina para nuestras familias? En muchas ocasiones, al asesorar a familias, descubrimos que al menos uno de los cónyuges proviene de un entorno familiar disfuncional o desintegrado. Este desafío es común, y se relaciona con la idea del Antiguo Testamento de que la iniquidad de los padres puede afectar hasta cuatro generaciones.

Imaginemos cuatro generaciones, cada una de ellas heredando y cometiendo sus propios errores. Con el tiempo, esto puede dar lugar a una acumulación de problemas familiares que amenaza con abrumarnos. La comprensión de esta dinámica es crucial para romper el ciclo de problemas familiares.

Cuando nos enfrentamos a la responsabilidad de educar a nuestros hijos y de construir una familia sólida, es fundamental reconocer los desafíos que surgen de los antecedentes familiares. Pero aquí hay una noticia esperanzadora: la Biblia nos presenta la palabra “regeneración”.

La regeneración, en términos bíblicos, implica la creación de una nueva generación en Cristo Jesús. Esta es la clave para romper con las cadenas de iniquidad que puedan haberse transmitido a lo largo de generaciones. El apóstol Pablo lo afirma con claridad: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas en Cristo Jesús”. Al abrazar la fe en Cristo, tenemos la oportunidad de comenzar una nueva historia para nuestras familias, dejando atrás las cargas del pasado.

Es cierto que no existe una escuela formal para padres o esposos en el sentido convencional, pero contamos con un manual perfecto: la Palabra de Dios. Esta guía es infalible y, si seguimos sus enseñanzas, podremos trazar un rumbo sólido para nuestras vidas familiares.

No obstante, debemos ser conscientes de un aspecto importante. No basta con enseñar a nuestros hijos basándonos únicamente en la Palabra de Dios; también debemos cultivar relaciones sólidas con Cristo Jesús y con nuestros propios hijos. La relación con Dios debe ser el cimiento, y a partir de esa relación, podemos impartir a nuestros hijos los principios divinos contenidos en la Palabra.

Una relación abierta, basada en la confianza y la alegría, es esencial para educar a nuestros hijos según la Palabra de Dios. Evitemos el error de imponer la fe de manera autoritaria. La Biblia nos enseña que cuando amamos a Dios, también amamos a nuestro prójimo. Por lo tanto, si mantenemos una sólida relación con Dios, nuestras relaciones familiares serán igualmente sólidas.

Para ilustrar este punto, consideremos cómo celebramos los cumpleaños en nuestra familia pastoral. Lo hacemos de manera alegre y amorosa, lejos de la solemnidad excesiva. Esto demuestra que una relación con Dios no implica rigidez religiosa, sino alegría y cercanía entre nosotros.

En resumen, la regeneración en Cristo Jesús y la construcción de relaciones familiares sólidas son esenciales para educar a nuestros hijos en la fe. Comenzar con una relación sólida con Dios nos permite impartir a nuestros hijos con eficacia, evitando imposiciones y miedos. La fe en la Palabra de Dios debe ser un viaje basado en el amor y la confianza, no en la rigidez religiosa. La Palabra de Dios es el faro que nos guía en la travesía de construir familias fuertes y saludables en un mundo lleno de desafíos.

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